FINIS TÉRREA

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Poemarío de Alexis Figueroa

Prólogo para lectores

Pasan los años, la vida cambia, las esperanzas ya no son las mismas. A veces, alguien saca cuentas y compara. «Este soy, ese fui» dice, y descubre que acaso no se reconoce en esta imagen, esta representación con que se presenta ante la vida. Así, las vocaciones, esa especie de tensión, de compulsión interna hacia un destino, se terminan y abandonan. Aunque puede ser también que se mantengan, día a día, imprescindibles, necesarias para la verdad vital de quien está empeñado en realizarlas. ¿Para quién habla el escritor?. ¿Quién habla cuando escribe? ¿Es la literatura una biografía de la imaginación?. Son preguntas cotidianas para la literatura. Y es la palabra, el índice de su posibilidad. Y lo es más al superponerse a ella un signo de voz. Ante un escritor, no juzgamos un misterio, sino un sonido escrito, ya sea en la presencia colectiva que denominamos sociedad o en un privado monólogo interior.

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Este libro comenzó a escribirse el año 2000. Originalmente su nombre era una sola palabra: «Carretera». Aludía con esto a un escenario clásico de la ficción post apocalíptica, especialmente aquella fundadora del tópico, en los 20 años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial. Es en ese lapso que aparece la obra inaugural de este género: La Tierra Permanece, de George R. Stewart. Escrita en el año 1949, y directa deudora de la amenaza del terror nuclear, con su consecuencia puesta en total evidencia tras la explosión de Hiroshima, inaugura la imagen de la carretera como lugar de búsqueda y tránsito, como viaje por una urbanidad derruida y lo social colapsado, como senda o destino en que se estructuran los restos de la Humanidad. Son varios los libros que por esos años exploran el tema del final de nuestra civilización por causas inherentes a su propia factura, destacándose «Cántico a San Leibowit de Walter Miller, 1959; Ciudad de Cliffod D. Simak, 1951, y Soy leyenda de Richard Matheson, 1954, que tiene el honor de inaugurar el apocalipsis con la variante vampírico-zombie, tratada en el libro a su vez como metáfora de la radical diferencia, cosa que la película homónima yanki olvidó mencionar. En mi caso, Carretera explora un mundo constituido en una reflexión de cierto modo elegíaca, correspondiente a una percepción personal: la de un momento finisecular, que pareciera acoger el fin de un camino, el de nuestra civilización. Haciéndose eco de las circunstancias, señala desde su nombre la idea de desplazamiento, de trayectoria: un viaje en el tiempo que designa experiencias, vincula paisajes y brinda una óptica oteando ciudad y cultura, entorno y autor; un viaje que busca conocer, crear y afirmar el contexto primario de la poesía. Sin embargo, en el 2012, cuando se produce la materialidad de este libro, ya ha aparecido -allá por el 2007- el famoso libro La Carretera de Carson McCarthy. Esto, que dadas las repercusiones «invalida» mi título, conduce asimismo a otras reflexiones. ¿Qué tiene este libro para que su renombre se encarne en lo que se considera «literatura sin más»? ¿Es que acaso su «tema» -el mismo que inaugura y explora el texto antes mencionado de Stewart- es ahora un asunto de literatura seria? ¿Que ha pasado – en relación con el tema- en los casi 60 años que median entre uno y otro? La tierra permanece, Cántico a San Leibowitz, Soy leyenda, Ciudad, siguen siendo -ahora más respetados,- «libros de ciencia ficción». En cambio, la crítica presenta la novela de Cormac McCarthy como una novela admirable, que -cuando se lo menciona- se «adueña» de (y por ende descontextualiza) un tema de ciencia ficción, ignorando su filiación post apocalíptica y cincuentera ya mencionada. La «ciencia ficción», más que ficción misma, aún es circunscrita maliciosamente en su tema, siendo éste quien la signa con su adjetivación. Es éste quien da su propiedad y materia, signándola a los ojos la convención académica como «literatura menor». Para escapar de ésta, se lee en La carretera una operación de traslado temático avalada por la seria tradición de su autor. Mas, este libro, un buen libro, no es mejor o peor que los antes nombrados. Y entre ellos puede ser ubicado, como un libro de ciencia ficción. Dice Daniel Salvo: la opinión general es que los grandes temas engendrados por la Segunda Guerra Mundial fueron las penurias de la guerra y posguerra, así como el padecimiento del pueblo judío. Sin embargo, el efecto más devastador de la Segunda Guerra Mundial, a saber, el uso de armas atómicas y la posible destrucción planetaria, solamente fue tratado por los escritores de ciencia ficción. … Mas, .si a estas alturas titulara mi libro como Carretera ¿Quién pensaría en el viaje de Isherwood Williams a lo largo de una USA amenazante y derruida? ¿Quien evocaría el viaje imposible y diurno del «Hombre Omega» Robert Neville? Creo que más bien pensarían en el padre y el hijo de La carretera. He aquí entonces un nuevo título, que funde mezcla y expande el anterior.:

 

Finis térrea: apunte de carretera
(Notas de un sobreviviente de la poesía personal)

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